viernes, 13 de abril de 2012

ÉTICA Y POLÍTICA I

1.VÍAS DE TRANSMISIÓN DE VALORES

         La gran mayoría de los valores que cada persona tiene, son obtenidos durante la infancia y en menor grado durante la adolescencia. En la infancia se obtienen valores constantemente a través de la familia, la educación que recibe, los conceptos inculcados de sus padres e incluso los cuentos infantiles. En éstos últimos, nos enseñan ideologías con personajes que representan al hombre y a la mujer, con unos perfiles que nos muestran el lugar que ocupa la mujer y el hombre en la sociedad, colocándoles así unas etiquetas que nosotros mismos aceptamos. 
        En la adolescencia se aprenden valores a través de la televisión, los medios de comunicación, el entorno en el que nos movemos, los amigos, el cine, la publicidad... 


2. HISTORIA DE LA ÉTICA

         Un animal no justifica sus acciones ya que no necesita de la ética, porque las acciones son tomadas por la naturaleza. Es por esto por la que la mayor parte de los animales viven bien, porque no toman decisiones importantes que puedan condicionar su vida, pero en los humanos es más fácil fracasar y que nuestra vida empeore con el tiempo. Por eso existe la ética, cuya función es plantearse en qué consiste vivir bien.

         Principalmente existen siete filósofos que responden a esta cuestión:

a) Sócrates

        Vive en el siglo V a.c. en Atenas. Es un filósofo particular dedicado exclusivamente a escribir. No tenía dinero ni trabajo ni esclavos. Consigue vivir sin problemas de sus alumnos, que por respeto le ayudaban a mantenerse. Llevaba una vida austera. Según Sócrates, para vivir bien lo que se necesita es ser autosuficiente y no depender de nadie. Adiestraba su cuerpo porque pensaba que para ser autosuficiente debe ser él su propio dueño, por lo tanto iba descalzo y utilizaba en verano la misma ropa que en invierno. De tal modo que enseñaba a su cuerpo. Según él, ser feliz consistía en tener mucho o necesitar poco. Optó por necesitar poco, entonces reduce al mínimo sus necesidades y buscaba su satisfacción en cosas simples que todo el mundo tiene al alcance de su mano, como el Sol, los paseos, la reflexión... Esto lo llevó a ser un hombre muy venerado aunque su manera de hacer filosofía era agresiva. Como consecuencia el Estado lo condenó por atacar a los dioses y pervertir en pensamiento a la juventud. Sus discípulos le propusieron escapar a cambio de sobornar al Estado y él renuncia la oferta porque todo lo que él era formaba parte del Estado  y había infringido una ley. No escribió ni un solo libro, de hecho, se duda de que supiera escribir y daba todas sus clases oralmente. Admitió que no tenía ningún conocimiento que transmitir, pero que podía ayudar a sus discípulos a encontrar la verdad.

         La mayoría de los filósofos creen que el objetivo último de nuestra existencia es encontrar la felicidad, de modo que hacen ética para encontrar el camino hacia la felicidad, ya que es el objetivo del individuo.
Sócrates cree que el camino de la felicidad es la virtud. La virtud es la cualidad que optimiza los rasgos del que la posee. De tal manera que a nivel moral, un individuo es virtuoso cuando se comporta de forma excelente en la conducta, es decir, cuando siempre actúa correctamente. De modo que, según Sócrates, la mejor manera de ser feliz es ser impecables en la conducta. Esto implica que los malvados sean infelices, con lo cual, Sócrates dice que la felicidad de esos individuos no puede alcanzar el grado de la felicidad extrema más elevada.
El hecho de ser virtuoso, según Sócrates, depende del conocimiento en el sentido más amplio de la palabra, es decir, que el error moral es el sentimiento de la ignorancia, de modo que los malvados son infelices porque no tienen conocimiento y por lo tanto, son ignorantes porque tienen valores erróneos. De modo que la moral depende de la formación (el conocimiento) y la conexión que hay entre estas dos en ética se conoce como intelectualismo moral. El intelectualismo moral es una postura filosófica que defiende que la conducta (virtud moral) depende del conocimiento, es decir, del tipo de cosas que amuebla tu cabeza.

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